Acerca de

Tatiana Benítez
Una voz que canta desde Tumaco
La vida de Tatiana Benítez en canciones
Estas canciones fueron elegidas por Tatiana por el gran significado que han tenido en su vida y los sentimientos que le generan:
El 10 de mayo de 2007, un grupo de paramilitares asesinó al compañero de Tatiana Benítez, quien se vio obligada a abandonar el río Mira y trasladarse a Tumaco, sin imaginarse que encontraría en la música la herramienta para enfrentar sus sentimientos y sanar sus heridas. Y, aunque las historias de violencia no pueden —y no deben— ser olvidadas, la historia de Tatiana demuestra la función que la música puede tener para entenderlas y superarlas.
Desde entonces, en Tumaco, inició un camino junto con sus dos hijas por una nueva vida. Adelantó un técnico en educación preescolar y se formó como tallerista. Sus primeros recuerdos sobre la música y el canto la llevan a su niñez y a los cantos religiosos de su madre:
“Mi mamá siempre hacía los cantos y los velorios de los santos, ella es devota de Nazareno. Yo la miraba, era feliz viendo a las señoras cantando, pero sentía que era algo tan grande que no era capaz de hacerlo”.
Un día, mientras caminaba a su trabajo, encontró que la Casa de la Cultura de Tumaco estaba organizando un concurso de canto y, aunque ella solo había cantado en el coro del colegio, decidió inscribirse y participar. El día del concurso, en un auditorio lleno, se presentó por primera vez ante el público, con jurado y como protagonista.
Este concurso le sirvió para ingresar a Son de Pambil, el grupo de salsa en el que inició su carrera en el canto. Posteriormente, en julio de 2008, fue invitada a ser parte de los coros de la agrupación Changó, con quienes pudo participar ese mismo año en el Festival Petronio Álvarez interpretando música tradicional.
“Para mí la música tradicional es algo inherente a uno. Yo escucho la marimba o escucho un bombo y tengo una reacción, sé lo que está sonando. Es algo que se siente en la sangre”.
Tatiana hizo parte de la agrupación Changó hasta el año 2010, cuando se vinculó al grupo Canoa Son. Mantuvo su participación en el Festival Petronio Álvarez y, además, ingresó a la Red de Cantadoras del Pacífico Sur. Paralelamente, adelantó procesos como representante de mujeres víctimas y se formó en la defensa de los derechos de las mujeres y como facilitadora afro para personas afro.
“En cada proceso me iba enamorando de la música, pero en el proceso de Red de Cantadoras fue cuando sentí que algo cambió, no solamente en mí, sino que yo podía reflejar algo en los demás”.
La música no es solo una distracción, no es un pasatiempo o una actividad que hace presencia en algunos momentos de su vida, al contrario, cantar es, para Tatiana, la vida misma. En el 2011, se presentó en la final del Festival del Petronio Álvarez y, recuerda que, al finalizar su presentación, el público coreaba “se sobró, Tumaco se sobró”. En ese momento y representando a su tierra, sentía que vivía la mejor experiencia de su vida.
Descubrió que la música no implica solo estar sobre un escenario y cantar, además significa todo un proceso de reflexión, creación y escritura de canciones. Y este proceso se convirtió en una forma de sanar, en un espacio para exteriorizar y compartir las emociones.
“Todo el proceso te ayuda a sanar. Desde que empezamos a escribir la canción, a sentir las emociones que tenemos todas, a compartir las historias con las demás y, a veces hasta llegar al llanto. Todo eso nos ayuda a sentirnos mejor, me siento más liviana, compartir eso es una liberación”.
El amor a la música y las experiencias que pudo vivir a través de ella se convirtieron en un renacer, encontró en el canto la forma para expresarse y liberarse. Encontró en la música y en los escenarios con mujeres un espacio donde la abrazaron y la acogieron para llevar su propio proceso de sanación. Tiene claro que lo vivido no se puede olvidar, pero la música le permite “contar historias sin dolor”.
Tatiana no duda en afirmar que la música es un lenguaje universal y un instrumento que cada persona utiliza como quiere. Permite transmitir un mensaje de esperanza y de reconciliación, así como se puede enviar un mensaje negativo. Sin embargo, considera que la magia que tiene la música la hace un instrumento para sanar y para aprender y reconocer las experiencias vividas.
También reconoce que en Colombia no nos sabemos escuchar cuando estamos hablando, todos nos mantenemos sin ceder en nuestros discursos y sin reconocer al otro, cada uno quiere contar su propia historia desde su experiencia y cada historia es un universo distinto al de otra persona. Por eso, considera que la Biblioteca Musical del Conflicto es una forma de presentar las experiencias a través de la música, por medio de la cual se puedan dar a conocer muchas historias y las personas se permitan conocer estos relatos.
“Muchas de las cosas que hemos vivido en la violencia han sido porque no nos sabemos escuchar, no nos hemos sabido entender, entonces ¿qué mejor que hacerlo a través de la música?”
Desde el momento en que conoció el proceso que se adelanta para construir esta biblioteca Tatiana sintió curiosidad por conocer la música que han hecho los actores armados y la fuerza pública, desde los géneros en que estén compuestas las canciones hasta los temas que han cantado. La biblioteca permitirá entablar otro tipo de diálogo, permitirá que poblaciones históricamente confrontadas escuchen otras posturas y se reconozcan como miembros de la misma comunidad.
“Me preguntaron, ¿tú crees que el mundo se puede cambiar a través de canciones? Yo no creo que pueda cambiar el mundo con una canción, pero puedo cambiar mi mundo con la música. Cada uno de nosotros somos un mundo y la música sí puede cambiar un poco ese mundo”.
Pablo Milanés - EL BREVE ESPACIO EN QUE NO ESTÁS



